En Antes del amanecer, Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) se conocen en un tren. El azar y el impacto que produce uno en el otro invitan a un riesgo. Ambos personajes se bajan en la estación de la ciudad de Viena y deciden pasar juntos las siguientes 14 horas. Hacia el final, en esa misma terminal, prometen reencontrarse seis meses después, y siguiendo ese riesgo, no intercambian sus números telefónicos. Antes del atardecer muestra que esa promesa no se ha cumplido. Nueve años después Jesse y Celine se reencuentran. El va a París, donde vive Celine, a presentar su libro, en el cual relata aquella brevísima historia de amor. Los personajes han constituido ya parte de sus vidas. Ahora solo tienen 85 minutos para intentar descifrar quiénes son, los mismos minutos que tenemos quienes los vemos.

La elipsis de nueve años (dentro de la historia pero también entre una producción y otra, esto me lo contó Marian) trae un fantasma, este de un amor desdichado, porque ya sabemos que no se ha cumplido el pacto del reencuentro a los seis meses del romance original. Pero está bueno, creo que siempre resulta atractivo, esto del amor signado por el desencuentro y el amor como algo fugaz, de ahí que me parece que la peli termina en el momento justo, no se atreve a retratar lo que sigue, esta nostalgia consumada. Es esta idea melancólica, que siempre me dio vueltas, de extrañar a la persona que fuimos con ese otro en ese entonces y no al otro mismo. Cuan cierto lo siento en esta historia.

Pero bueno, hablando de la magia y el misterio de la vida, desde la librería Shakespeare and Co, caminando por las callecitas de París, en un barco por el Sena, escuchando Just in time, de Nina Simone, en el departmento con onda de Celine, yyy si, tan nihilista no me declaro, la película te hace volver a creer en el amor, por lo menos por un rato.